Feet out the door.

Jump position.

GO!

 por Marié López del Puerto de la Garza, oct '96

 Nota: Marié tenía 16 años en 1996 cuando por primera vez saltó en paracaidas. En 1997 realizó su primer vuelo solo en un Cessna 150. En 1998 obtuvo licencia de piloto privado. Actualmente estudia física en la UDLA.

Después de cinco horas de clases y varias más de nervios, después de haberme preguntado infinidad de veces qué me motivaba para querer saltar de un avión a 3500' sobre el terreno, después de que los instructores revisaron cinco veces mi paracaídas, después de haber repetido todo el procedimiento más veces que años tengo, después del despegue más largo de mi vida y el vuelo más corto, por fin me encontraba flotando sobre el estado de Colorado, rodeada de montañas rocosas y un cielo azul limpísimo, con visibilidad ilimitada y el sonido del viento en mi paracaídas.

El día anterior, viernes 4 de octubre, había ido al aeropuerto de Fremont County, Colorado, para que durante cinco horas dos instructores, Ron y Skip, llenaran mi cerebro de información: PLF, AAD, EFG, HIJ, (¿?). Hicimos de todo un poco: saltar de sillas, rodar en grava, hacer arcos, comer zanahorias (siempre se empieza por el lado angosto del cono y así se sabe en que dirección aterrizar; no muy científico, pero sí muy útil),

El sábado ayudé a doblar un paracaídas (que resultaría ser el mío). Después practicamos la salida. Para una buena salida lo más importante es hacer un gran arco hacia atrás (hasta que duela), que garantiza no enredarse con la cuerda enganchada al avión.

Lo más difícil no es lo que hay que aprender, ni lo que hay que hacer, sino lo que hay que esperar. Esperar a que revisen el avión, a que revisen el paracaídas, a que calienten el avión, a que revisen el paracaídas, a que nos pongamos los trajes, a que revisen el paracaídas, a que todos nos subamos al avión y abrochemos nuestros cinturones de seguridad, a que revisen el paracaídas... Todas estas revisiones inspiran confianza y son necesarias para asegurarse que todo está en donde debe estar.

El paracaídas pesa mucho y llegó el momento en que me dije que era ahora o nunca. Varias veces, mientras el avión ascendía len-ta-men-te hasta los 3500' de altura, pensé en arrepentirme. El vuelo más corto de mi vida duró una eternidad.

Salté. Todo lo había aprendido tan mecánicamente que tardé en darme cuenta que lo había hecho. No recuerdo si respiré mientras caía, pero sí que pensé en gritar. No me dio tiempo. Un mar de tela a franjas rosas y negras se expandió sobre mi cabeza. Una sonrisa. Un suspiro de alivio. Alcé los brazos y jalé los frenos, mientras por el radio que llevaba en el pecho escuchaba: "¡a la izquierda, a la izquierda!".

Qué se siente, sólo se puede describir en las palabras (o palabra) de Robert Henderson (escultor y piloto que realizó su primer salto una semana antes que yo): indescriptible. Es algo irreal, como ser espectador en una película, la vida pasa bajo los pies, todo es paz, el tiempo no existe. Nada habría mejor que permanecer en el cielo eternamente, pero poco a poco el suelo se va acercando y llega el momento de aterrizar.

Mi aterrizaje pudo haber sido mejor: después de tocar con los pies toqué de bruces. Cuando se lo conté a Ron recordé (más bien, él me recordó) el PLF: tocar con los pies, girar, caer sobre el costado, rodar. Se me olvidó, pero como dicen: si sales caminando, fue bueno.

Cargué mi paracaídas y esperé a que otro estudiante aterrizara. Lo primero que me dijo fue: sobrevivimos. ¡Sobrevivimos! Caminamos hacía el hangar en silencio, con sonrisas de oreja a oreja. La mía duró varias horas.

La aventura había terminando. Salté, aterricé, vivo para contarlo. Llegó la hora de partir y Ron me preguntó cuando volvería. Contesté con la sonrisa que seguía en mi cara y volví al siguiente sábado.

Cuando llamé a mi papá para contarle todo esto, me pidió que lo pusiera por escrito para el Noti-AMPPA. ¿Y que todos lo lean? -dije, espantada- ¿cómo crees? Pero al final me convenció.

En los dormitorios del colegio, amigas y maestras me dijeron cuán valiente fui saltando. No sé. Me cuesta más trabajo aceptar que publiquen esta historia.

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